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Esta carta abierta de Joaquín, nos parece, tiene datos importantes para el estudio histórico de la educación salvadoreña. Denota el espíritu de cambio positivo en la educación, destaca las cualidades básicas que debe tener un genuino maestro, realiza planteamientos éticos muy importantes para educadores y educandos.
Las negrillas, separación de algunos párrafos y sangrías son nuestros para efectos de estudio.
CARTA ABIERTA AL DIRECTOR DE LA ESCUELA NORMAL DE MAESTROS
Por Joaquín Hernández Callejas
Este año de 1940, 28 muchachos estudiantes de Pedagogía, cursaremos el 5o. año. El final de los estudios pedagógicos necesarios, en nuestro país, para adquirir un título que garantice ante la Sociedad, a quienes, sinceramente, se dedican o nos dedicaremos al magisterio. Hemos cursado los 4 años anteriores en medio de cambios, justos o injustos, acertados o equivocados, del personal docente.
En el primer caso, nuestra gratitud y respeto se han manifestado en pública o privada adhesión a quienes no tomando el papel de educadores como simple empleo de oficina se han proyectado sobre nuestro espíritu con sinceridad, en un afán de hacernos comprender las exigencias de nuestro medio y de inclinarlos hacia la adquisición de principios y normas de positivo valor.
En el último caso, se ha contribuido a resultados dolorosamente negativos. Esto nos ha dañado mucho. Y nos seguiría dañando si, por parte de nuestro Director no se procede a una selección minuciosa del profesorado que servirá las diferentes cátedras de nuestra Escuela, el presente y los venideros años.
Es una verdad innegable, buen maestro, buen alumno; y viceversa.
Un profesorado eficiente, completo, integral, haría ascender, rápidamente, el valor de la Escuela salvadoreña. Esto se ha repetido mucho; pero hay necesidad de repetir las verdades. Si no se muestran, voluntariamente nos olvidamos de ellas. Y huelga hablar sobre ventajas y desventajas, puesto que nuestro propósito no es sino rogarle al Director de la Escuela Normal de Maestros que nos proporcione un profesorado apto para la Enseñanza Secundaria. Las autoridades superiores del Ministerio de Instrucción Pública no podrían, no podrán, desoír ni dejar de satisfacer nuestra petición: lo que rogamos está al alcance de sus energías; y, además, creemos, ya habrán pensado, meditado, sobre el problema que exponemos. Nuestra gratitud se demostrará con hechos. Con reales hechos, propios para convencer a los imitadores del santo que dudó.
Queremos maestros verdaderos, de palabra y de acción; a los que no aparentan, a los que son, a los que, sinceros y fuertes, aborrecen el mundo de las máscaras.
A continuación citamos algunos profesores que consideramos dignos de servir una cátedra en la Escuela Normal. Son los que conocemos: bien porque hemos leído, de ellos, artículos o libros de mucho fondo, o bien, porque hayamos, en anteriores ocasiones, escuchado sus enseñanzas.
Son: Salvador Salazar Arrué, Salvador Cañas, Humberto Pacas, Esteban Ibarra, Manuel Luis Escamilla, Humberto Gonzáles, Celestino Castro, Lizandro Argueta, Luis Samuel Cáceres, Efraín Jovel, Julio Connerotte, Rodolfo Meyer, Lorenzo Sosa, Carlos Aufret.
Hemos querido en estas breves líneas, recordarle al Director de la Escuela Normal de Maestros, don Ceferino E. Lobo, lo que en anteriores ocasiones le hemos manifestado personalmente. Queremos expresar nuestros senntimientos con la espontaneidad propia de las juventudes sinceras que no han bebido el virus de las simulaciones y que les repugna todo lo que siendo falso, gesticula con afán de impresionar y de cubrir con oropeles su raquítica estructura. Queremos manifestar con toda franqueza, seguros de no dañar, ni perjudicar, ni herir ninguna susceptibilidad, respecto a lo que representa para nosotros, nuestro porvenir, nuestra fuerza, nuestra riqueza.
SE INTERRUMPE LA CARTA ABIERTA
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