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La separación de algunos párrafos y negrillas son nuestros para efectos de estudio.
MI MENSAJE AL MAGISTERIO
Por Joaquín Hernández Callejas
La Tribuna
San Salvador, sábado 29 de noviembre de 1947
1. HACIA LA DIGNIFICACION DEL MAGISTERIO
Penosa, difícil y de innegable importancia es la lucha que el magisterio realiza para elevar el nivel moral e intelectual del pueblo. Y desde el Renacimiento europeo a esta época de nuestra historia, en todos los rincones del mundo, la significación, valor y necesidad del maestro dentro de la sociedad organizada ha venido creciendo al punto que hoy, sólo raras mentalidades de retardada comprensión, lo consideran como elemento innecesario y subestiman su labor, pero la mayor parte de las clases sociales sin distinción de rango alguno, estima y apoya sus esfuerzos en pro de la cultura, el progreso y el mejoramiento integral de la sociedad humana.
Nadie crea, sin embargo, que esta posición de relieve que actualmente goza el magisterio es obra de la casualidad o la dádiva espontánea. No. Es producto, es fruto de un esfuerzo constante, prolongado y sistemático realizado por el Magisterio mismo juntamente con los demás elementos progresistas de la sociedad que dentro de sus respectivas agremiaciones, aspiraron en tiempos pretéritos, aspiran en los tiempos presentes y aspirarán en los tiempos futuros a una mejor situación en los órdenes económico, jurídico, político, social, cultural y profesional.
No es pues, la actual situación del magisterio una posición fija. La conquista hecha no es segura e inalienable. Y por lo demás esta posición no es completamente satisfactoria, desde luego que hay mucho que hacer, mucho que conquistar, mucho que aspirar. Las conquistas hay que defenderlas, sostenerlas y extenderlas, siempre que vayan a favor de las instituciones y sin menoscabo de nadie.
Cuando el esclavo ruin, débil, inútil –desperdicio humano en la época de la esclavitud- se hizo el cuidador de niños, entonces se empezó a gestar esta capa social que es el Magisterio informe en el pasado remoto y hoy con una conciencia gremial sólidamente estructurada, de porte y talla superiores, adulto en ideas y en voluntad, ya se dispone a no sólo ser un gremio “en sí”, sino que por virtud de esa conciencia -o conocimiento- de los intereses comunes a todos los maestros, trata de convertirse en un gremio “para sí”. En aquel tiempo Luciano pudo escribir: “…la divinidad castigaba a los malos ciudadanos diciendo que, a su muerte, en el cielo se convierten en vendedores de pescado o en PROFESORES DE PRIMERAS LETRAS”; en la época del predominio de la economía feudal se pudo menospreciar en absoluto la enseñanza y a los maestros, se pudo afirmar que la “educación” era propio para las mujeres, pues en aquella época “caballeresca” era más importante un duelo a muerte que escribir un libro o buscar el adelanto de las ciencias; en la época del Renacimiento se crea una “aristocracia” del conocimiento: los “humanistas” que vivían en el campo ambiente de la “élite”, mientras que el maestro primario, el “ludi magíster” tenía existencia angustiada de mártir manso y resignado, sin esa actitud decidida del luchador moderno. Sin embargo, con el Renacimiento se inició el respeto y el amor hacia la cultura; y con los albores del despertar industrial, nació la importancia de los maestros parvularios que empezaron a tener conciencia de su situación en medio de la sociedad que necesitaba de ellos y aunque en aquel entonces no lograron mejorar sus harapos y aventar lejos su miseria, por lo menos empezaron a manifestarse como fuerza, como energía propulsora digna de ser respetada…Ahora el magisterio ha madurado experiencias y conocimientos.
El Maestro ya no quiere ser –o ya no debe ser- el elemento relegado a segundo término o a segunda instancia. Su conciencia de luchador tiene que abrirse a todos los rumbos para fijar su posición de elemento de vanguardia dentro de una sociedad angustiada que busca justicia y libertad. Y el mismo Magisterio tiene que asegurarse su justicia y su libertad para desarrollarse en un medio en donde crezca en dignidad y estimación, contemplando los frutos de su trabajo responsable, elevando sus conocimientos, en la investigación científica, libre del temor de la inseguridad económica y prestigiándose en el cumplimiento de una ética profesional enaltecedora.
Se trata de hacer más digna la vida del maestro como trabajador de la enseñanza, como “productor” de cultura y no como ciudadano habitante de un mundo de sombras e imágenes que no existen. Pasó la etapa del maestro considerado como elemento de segunda categoría; esta presente la época en que el maestro debe manifestarse en todos los aspectos, como elemento de primera categoría al servicio de la escuela, de la sociedad y la cultura.
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La separación de algunos párrafos y negrillas son nuestros para efectos de estudio.
MI MENSAJE AL MAGISTERIO
Por Joaquín Hernández Callejas
La Tribuna
San Salvador, sábado 29 de noviembre de 1947
1. HACIA LA DIGNIFICACION DEL MAGISTERIO
Penosa, difícil y de innegable importancia es la lucha que el magisterio realiza para elevar el nivel moral e intelectual del pueblo. Y desde el Renacimiento europeo a esta época de nuestra historia, en todos los rincones del mundo, la significación, valor y necesidad del maestro dentro de la sociedad organizada ha venido creciendo al punto que hoy, sólo raras mentalidades de retardada comprensión, lo consideran como elemento innecesario y subestiman su labor, pero la mayor parte de las clases sociales sin distinción de rango alguno, estima y apoya sus esfuerzos en pro de la cultura, el progreso y el mejoramiento integral de la sociedad humana.
Nadie crea, sin embargo, que esta posición de relieve que actualmente goza el magisterio es obra de la casualidad o la dádiva espontánea. No. Es producto, es fruto de un esfuerzo constante, prolongado y sistemático realizado por el Magisterio mismo juntamente con los demás elementos progresistas de la sociedad que dentro de sus respectivas agremiaciones, aspiraron en tiempos pretéritos, aspiran en los tiempos presentes y aspirarán en los tiempos futuros a una mejor situación en los órdenes económico, jurídico, político, social, cultural y profesional.
No es pues, la actual situación del magisterio una posición fija. La conquista hecha no es segura e inalienable. Y por lo demás esta posición no es completamente satisfactoria, desde luego que hay mucho que hacer, mucho que conquistar, mucho que aspirar. Las conquistas hay que defenderlas, sostenerlas y extenderlas, siempre que vayan a favor de las instituciones y sin menoscabo de nadie.
Cuando el esclavo ruin, débil, inútil –desperdicio humano en la época de la esclavitud- se hizo el cuidador de niños, entonces se empezó a gestar esta capa social que es el Magisterio informe en el pasado remoto y hoy con una conciencia gremial sólidamente estructurada, de porte y talla superiores, adulto en ideas y en voluntad, ya se dispone a no sólo ser un gremio “en sí”, sino que por virtud de esa conciencia -o conocimiento- de los intereses comunes a todos los maestros, trata de convertirse en un gremio “para sí”. En aquel tiempo Luciano pudo escribir: “…la divinidad castigaba a los malos ciudadanos diciendo que, a su muerte, en el cielo se convierten en vendedores de pescado o en PROFESORES DE PRIMERAS LETRAS”; en la época del predominio de la economía feudal se pudo menospreciar en absoluto la enseñanza y a los maestros, se pudo afirmar que la “educación” era propio para las mujeres, pues en aquella época “caballeresca” era más importante un duelo a muerte que escribir un libro o buscar el adelanto de las ciencias; en la época del Renacimiento se crea una “aristocracia” del conocimiento: los “humanistas” que vivían en el campo ambiente de la “élite”, mientras que el maestro primario, el “ludi magíster” tenía existencia angustiada de mártir manso y resignado, sin esa actitud decidida del luchador moderno. Sin embargo, con el Renacimiento se inició el respeto y el amor hacia la cultura; y con los albores del despertar industrial, nació la importancia de los maestros parvularios que empezaron a tener conciencia de su situación en medio de la sociedad que necesitaba de ellos y aunque en aquel entonces no lograron mejorar sus harapos y aventar lejos su miseria, por lo menos empezaron a manifestarse como fuerza, como energía propulsora digna de ser respetada…Ahora el magisterio ha madurado experiencias y conocimientos.
El Maestro ya no quiere ser –o ya no debe ser- el elemento relegado a segundo término o a segunda instancia. Su conciencia de luchador tiene que abrirse a todos los rumbos para fijar su posición de elemento de vanguardia dentro de una sociedad angustiada que busca justicia y libertad. Y el mismo Magisterio tiene que asegurarse su justicia y su libertad para desarrollarse en un medio en donde crezca en dignidad y estimación, contemplando los frutos de su trabajo responsable, elevando sus conocimientos, en la investigación científica, libre del temor de la inseguridad económica y prestigiándose en el cumplimiento de una ética profesional enaltecedora.
Se trata de hacer más digna la vida del maestro como trabajador de la enseñanza, como “productor” de cultura y no como ciudadano habitante de un mundo de sombras e imágenes que no existen. Pasó la etapa del maestro considerado como elemento de segunda categoría; esta presente la época en que el maestro debe manifestarse en todos los aspectos, como elemento de primera categoría al servicio de la escuela, de la sociedad y la cultura.
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